Ciao!
He tardado en encontrar un hueco pero aquí va...
El pasado Puente de San Isidro, aprovechamos para visitar a Dani, un amigo que lleva algo más de un año trabajando en Milán (otros dirían que le okupamos la casa, pero esa es otra historia). El caso es que, según Dani, tres días y medio era demasiado tiempo para Milán y nos propuso ir a algún otro sitio, hacer una excursión... y resultó que el viaje final se convirtió en un mini-interrail: Milán-Verona-Venezia en 3 días :-S.
Llegamos el viernes por la tarde a Milán, al aeropuerto de Malpensa... ¡que está en el quinto pino! Cogiendo un autobús que cuesta unos 5 euros, alcanzamos la Stazione Centrale de Milano en poco más de una hora. Ese aeropuerto debe estar a unos 50 kilómetros del centro o algo así. Existe uno más cercano, Linate, pero se usa principalmente para vuelos regionales (por lo que nos comentó nuestro anfitrión).
Pues bien, el viernes lo aprovechamos, dada la hora, para cenar algo y salir un ratito por una zona de marcha milanesa, tomando una "caipirovska a la fragola" y viendo cómo los aborígenes salen muy arreglados y muy fashion. Pero no estuvimos mucho tiempo ya que nos esperaba un fin de semana de aupa.
Madrugamos el sábado y nos dedicamos a visitar Milán: Il Duomo (cuya foto se puede ver debajo), la Galería Vitorio Emmanuele, el Castillo Sforzesco... y ver la gran cantidad de tiendas y calles dedicadas a los trapos: efectivamente, Milán es la capital de la moda. Il Duomo es la catedral de Milán y se trata de un edificio gigantesco. Lo malo es que nos lo encontramos en plena restauración y toda la fachada principal estaba tapada por andamios :-(.

Realmente, en esa mañana, nos dió la impresión de que Milán no era gran cosa: un par de puntos imprescindibles para visitar y poco más...
A las 15:00 cogíamos un tren que nos llevaba a Verona, a 1h 15min de distancia. Habíamos comprado los billetes por Intenet y te daban la opción de mandarte un SMS gratuito con los datos. Nosotros habíamos impreso los justificantes, como siempre. En esto que llega el revisor y vemos que una pareja que había enfrente saca el móvil, le enseña el código y el revisor, con su PDA, marca algunas cosas y... ¡ya está! ¡Nos llevan siglos de ventaja! Ante esa situación, no íbamos a sacar las hojas... así que saqué el móvil y repetí la operación... ¡vive Internet! ;-)
Alrededor de las 16:30 estábamos caminando por las calles veronesas, con unas rutas que nos habíamos impreso a las que no hicimos el más mínimo caso porque, al entrar en la ciudad, nos compramos unos gelati (post aparte merecen) en una gelatería regentada por un argentino y hacíamos más caso al dulce manjar que a la ciudad... así que anduvimos vagabundeando durante un buen rato, comprobando que había una especie de feria en la plaza principal de la ciudad (feria de gastronomía o similares) y mucha, mucha gente por las calles.
Cuando terminamos el gelato nos paramos, echamos un vistazo al mapa y comenzamos a marcar una serie de objetivos, aunque al final los fuimos alcanzando como buenamente pudimos: paseamos por las bonitas calles medievales veronesas, entramos en una iglesia, ascendimos hasta un mirador desde el que se veía gran parte de la ciudad, accedimos a la casa de Giulietta en la que tocamos la teta a su estatua y comprobamos la infinidad de declaraciones de amor escritas en sus paredes (así como el famoso balcón) y, horas después, terminamos cenando en un restaurante, ya conocido por Dani, que no formaba parte del conocimiento popular turístico y donde disfrutamos de la comida italiana, un poco escasa en cuanto a mis gnocchi pero muy rica.

Después caminamos otro rato por las calles y vimos, en la plaza principal, donde se encuentra el Arena, una verbena con su orquesta y gente bailando... pero debía tratarse de una exhibición con gente de otros lugares ya que se veían trajes regionales y a parejas bailando la polka (excelentemente en el caso de una de ellas, digno de mencionar).
Finalmente nos marchamos al magnífico hotel de 4 estrellas por 20 euros la habitación doble, donde pudimos descansar de aquel ajetreado día y donde nos debíamos preparar para levantarnos a las 7:00 de la mañana del domingo (si queríamos coger el tren de las 8:00, ya pagado, que nos llevaría a Venezia).
Todavía tengo sueño del madrugón... pero mereció la pena cuando, alrededor de las 9:30, descubrimos la monumental y legendaria belleza de Venezia. El tiempo no parecía acompañar ya que el cielo estaba cubierto y amenazaba lluvia... pero finalmente los dioses se apiadaron de nosotros y disfrutamos del sol en aquella fabulosa ciudad.
No puedo decir nada de Venezia que no se sepa. Todo lo que esperas está allí. Venezia es ya un icono, un símbolo, está por encima del bien y del mal. Nuestro único problema fue el disponer sólo de unas cuantas horas, que aprovechamos como mejor pudimos (desaprovechamos, en el caso de la visita a Burano, prescindible si se tiene muy poco tiempo, ya que se pierde mucho en el viaje).
No montamos en góndola... aunque lo podríamos haber hecho, fue cuestión de tiempo. Lo habríamos conseguido por 80 euros (20 cada uno) y merecía la pena, sobre todo si conseguías una de esas góndolas con cantante (lo hacía molt be) mientras navegabas por los canales internos. Pero sí recorrimos el Gran Canal con el vaporetto, una especie de autobús pero en el agua, desde el que pudimos disfrutar de la Accademia, el Guggenheim, el Puente Rialto, etc, etc. Aquí pongo una foto del Rialto, que luego atravesamos a pie.

El vaporetto nos llevó desde la estación de Santa Lucía hasta San Marcos. Desde ese punto, caminando un poco según nos regía el viento o las ganas, estuvimos visitando una parte de Venezia. Y la ciudad de los canales nos enseñó que hay que volver con más tiempo, que unas pocas horas no es sino una falta de respeto.
A las 18:30 partíamos de vuelta a Milán, de nuevo en tren. No esperaban 2 horas y media de viaje, pasando de nuevo por los mismos lugares que a la ida (y viendo, a lo lejos, un sitio bastante recomendable, o así lo parecía desde el tren: el Lago Garda, cerca de Verona).
Llegamos de noche a Milán, cenamos cerca de casa y nos vamos para allá, que el lunes Dani madrugaba... y estábamos cansados después de tanta paliza.
El lunes por la mañana, tras hacer las maletas y recoger un poco, aprovechamos para ver un poco más de Milán. Se encontraba allí "La Última Cena" de Leonardo Da Vinci pero cerraban los lunes :-(. Así que anduvimos de nuevo por las calles, entramos en las tiendas (resistiendo la tentación) y comprobamos que hay zonas de Milán bastante visitables y bonitas, que podían recordar incluso al "encanto trasnochado del siglo pasado" lisboeta. Así que se nos quitó ese regusto amargo del primer día y, si bien no es comparable con Verona o Venezia (y menos con Roma), Milán sí merece 2 o 3 días al menos ;-).
Comida... horita de viaje hasta Malpensa (desde el autobus, a lo lejos, pudimos ver la parte superior de las torres del Giuseppe Meazza) y vuelta a Madrid, al duro trabajo, pero más duro aún después de un fin de semana tan aprovechado y cansado... ¡pero mereció la pena!
¡Bella Italia!
Ciao!